domingo, 29 de septiembre de 2013



Se conocieron de noche en un barrio prohibido donde las esquinas eran alcahuetas de los amantes sin nombre ni posición…

Se comieron con ansia en una habitación pequeña y blanca con sabanas usadas…

Se vieron cada día durante un verano interminable donde las amapolas enrojecían solo al verles pasar…

Ella se moría tan solo por una pequeña palabra...una insignificante y pequeña palabra de amor…

Él le hablaba de la racionalidad, de su saldo cero en  las consecuencias matemáticas que alegremente ella diseminaba como si fuese una cigarra de verano, y de los asuntos importantes  que complementarían su formación para la vida…para rectificar su “ajetreada y poco conveniente manera de ver las cosas”

Ella suspiraba por volver a las horas en que su amor era una flor con perfume sencillo y desparramarse por su pecho, deslizarse hacia sus lugares secretos en los que no reinaba ninguna fórmula ni razonable ni conveniente para nada ni para nadie más que para ellos dos…solos y desnudos

El la deseaba como a una hetaira de un país lejano y misterioso, pero no la veía como la respetable señora que honraría su respetabilísima y aburridísima casa solariega…

Ella por amor se comprometió a fingir que no le amaba amándolo más que a si misma…
y solo le dejo verla los Miércoles de cinco a ocho...

El asintió y no le hablo más de lo conveniente

Ella callo su deseo…el viento barrio las desilusiones…y las ilusiones

Como el tiempo es inclemente paso rozándoles año a año apenas sin que se diesen cuenta

Hoy se toleran y de vez en cuando se juntan a contarse cuanto pudieron hacer y no hicieron…

A ella se le llenan los ojos de lagrimas y el disimulando la tiende un blanco pañuelo que al llegar a su casa esconde como si fuese una droga de la cual no puede ni quiere dejar de estar enganchado...

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