Se conocieron de
noche en un barrio prohibido donde las esquinas eran alcahuetas de los amantes
sin nombre ni posición…
Se comieron con ansia en una habitación pequeña y blanca con
sabanas usadas…
Se vieron cada día durante un verano interminable donde las
amapolas enrojecían solo al verles pasar…
Ella se moría tan solo por una pequeña palabra...una insignificante
y pequeña palabra de amor…
Él le hablaba de la racionalidad, de su saldo cero en las consecuencias matemáticas que alegremente
ella diseminaba como si fuese una cigarra de verano, y de los asuntos
importantes que complementarían su formación
para la vida…para rectificar su “ajetreada y poco conveniente manera de ver las
cosas”
Ella suspiraba por volver a las horas en que su amor era una
flor con perfume sencillo y desparramarse por su pecho, deslizarse hacia sus
lugares secretos en los que no reinaba ninguna fórmula ni razonable ni
conveniente para nada ni para nadie más que para ellos dos…solos y desnudos
El la deseaba como a una hetaira de un país lejano y misterioso,
pero no la veía como la respetable señora que honraría su respetabilísima y aburridísima
casa solariega…
Ella por amor se comprometió a fingir que no le amaba amándolo
más que a si misma…
y solo le dejo verla los Miércoles de
cinco a ocho...
El asintió y no le hablo más de lo conveniente
Ella callo su deseo…el viento barrio las desilusiones…y las
ilusiones
Como el tiempo es inclemente paso rozándoles año a año apenas
sin que se diesen cuenta
Hoy se toleran y de vez en cuando se juntan a contarse cuanto
pudieron hacer y no hicieron…
A ella se le llenan los ojos de lagrimas y el disimulando la
tiende un blanco pañuelo que al llegar a su casa esconde como si fuese una
droga de la cual no puede ni quiere dejar de estar enganchado...
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