El calor se arrellana sintiéndose señor de mi cuerpo…tiende sus
lazos deslizando a mi oído insinuantes y viejas promesas.
Sonrío y llega la tormenta…lagrimas que son lluvia y lluvia
que cae detrás de la nuca doblegando el cuello…esperando la mano que lo apriete…el
peso que doble en ángulo callado el pecho contra el vientre. Todo ese caudal de
lagrimas pretende llevarme en su espiral a otras fronteras...aquellos tiempos
en los que piel a piel se secaba la sangre y el ansia, para brotar una y otra y
otra vez más como un cáliz sagrado de infinitos recursos y milagros.
Casi puedo sorber el agua de tu boca y aunque no la veo, a
tientas busco su frescor en esa almohada amarillenta y seca por las noches de
invierno. El calor poco a poco difumina la poca gana y el silencio de los besos
callados en la propia mano. El envés de las cosas sonrojando los espejos del armario, la pureza del blanco
de los ojos...la pupila dilatada y sedienta…y el calor...reinando mandando…
abriendo heridas nuevas de adolescente, acariciando con su espuela entre las
piernas. Y así terminan las batallas al alba, rendida al amargo trance de
dejarle pasar…sin edad ni vocación ni dueño…Llega el verano