jueves, 8 de junio de 2017

El calor se arrellana sintiéndose señor de mi cuerpo…tiende sus lazos deslizando a mi oído insinuantes y viejas promesas.
Sonrío y llega la tormenta…lagrimas que son lluvia y lluvia que cae detrás de la nuca doblegando el cuello…esperando la mano que lo apriete…el peso que doble en ángulo callado el pecho contra el vientre. Todo ese caudal de lagrimas pretende llevarme en su espiral a otras fronteras...aquellos tiempos en los que piel a piel se secaba la sangre y el ansia, para brotar una y otra y otra vez más como un cáliz sagrado de infinitos recursos y milagros.
Casi puedo sorber el agua de tu boca y aunque no la veo, a tientas busco su frescor en esa almohada amarillenta y seca por las noches de invierno. El calor poco a poco difumina la poca gana y el silencio de los besos callados en la propia mano. El envés de las cosas sonrojando  los espejos del armario, la pureza del blanco de los ojos...la pupila dilatada y sedienta…y el calor...reinando mandando… abriendo heridas nuevas de adolescente, acariciando con su espuela entre las piernas. Y así terminan las batallas al alba, rendida al amargo trance de dejarle pasar…sin edad ni vocación ni dueño…Llega el verano


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