lunes, 4 de abril de 2016

Llluvia en el Mar...



 A veces te hablo en voz alta, inventándote de nuevo en el horizonte hacia donde miro cuando ya no me queda más espacio alrededor. Allí mi vida se apaga a medida que los sueños no se cumplen. Siempre. Y me acabo muriendo en las horas que no paso contigo, pero al recordar vuelvo a respirar...y a vivir.
 Y sigo respirando a través de tus palabras secretas que me esconden lugares donde nunca estaremos, en el horizonte. Camino descalza entre estas historias de mañana que me haces creer, y me encierro en la torre de la desesperanza. Esperando. Espantando las miradas que no te pertenecen. Pesando el tiempo gramo a gramo y pasando páginas pesadas y viejas. Páginas donde las lágrimas no caen y donde mis años no me retan desde el espejo de una habitación vacía Y dentro de mi cuerpo llueven dormidos los resquicios de tu calor. Y la complicidad complicada se queda aturdida entre miradas desconocidas de gente, de nadie. Aullidos susurrados que se aferran a mi piel y me tapan las entradas de oxígeno, me queman y me ahogan. Rasgados, temblando de rabia y drogados del insomnio que los consumen por dentro.
¿Qué hacen esos barcos en el horizonte? ¿Se perdieron?...aunque se me están cerrando los ojos, sin querer de tanto intentar adivinar el punto donde se une el destino con la línea de ese mar, no me siento con fuerzas para moverme de este lago de melancolía. Y me quedo aquí, esperando que alguien venga a rescatarme. Porque ya no hay fondos transparentes y no sé reír. Alguna vez, se me escapa alguna media sonrisa que me salva y me duele a la vez. Ya todo es blanco apático y no quiero sentir más. Los lápices de colores con los que pinto mis miedos, también se han perdido en el horizonte izquierdo, cerca de ti. Quisiera conjurar a la tristeza, cogerla con mis manos y echarla al vuelo, pero no puedo…no hay fuerzas. Se acaba. El camino llega a su fin y me quedo aquí tirada en medio del pasillo, entre tus fotografías y tus cartas, tus palabras, tus heridas. Me rompo. Desagarro los últimos hilos de desconsuelo empolvado que yacen a mí alrededor. Afligida y acongojada me siento en cualquier banco del parque de tu vehemencia, apilando barquitos de papel en charcos improvisados. Pesan las palabras que se arrepienten de haberte hablado. Agoniza la noche sin estrellas que me dedico cuando miento tu presencia en mi vida. Y no llega la calma. Me vuelvo pálida en este mundo sin color que respiro de indiferencia. ¿Va también la indiferencia a perderse al horizonte? ¿O el horizonte es el que se siente indiferente ante mis miradas? Hoy el perfume del viento no huele a ti. Huele a indiferencia sarcástica, que se ríe de mí…qué irónico.

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