Hola
extraño… ¿estás ahí? Hoy me despertó la niebla del deseo y me sorprendió tanto
que rápidamente puse los pies en el suelo para sentir el frio de mis años de
golpe y no dejar al sueño que me confundiese más. El
“Sueño” es el gran seductor, el
anzuelo que nos provoca despiertos durante el día,para que una vez bajadas las
defensas y rendidos de tanto ir y venir y correr en pos de los imposibles,
piquemos a fondo y hasta el final. Ya
sabes quién soy…tu me conoces, o al menos deberías conocerme, eso creo yo.
Nuevamente, y con esa puntualidad que te hace tener la melancolía estoy aquí
abierta en canal, para hacerte navegar en estas aguas turbias de mi soledad.
Querido extraño ¡si supieras cuanto te espero! sin querer apenas dibujo pájaros
en el cielo que se prenden en mi cabeza como una corona de picos garras y
plumas preciosas. En esa tarea se me está yendo la vida…te ruego que al recibo
de esta des alguna noticia de tu paradero. Yo iré cruzando y descruzando los
hilos de seda del tiempo y atravesare ese vórtice sin miedo…con los ojos en las
manos, para que no pienses que vista y tacto dejaran de estar unidos algún día.
Extraño deja que pueda ponerte nombre, las palabras tienen poco significado si
no se hacen nuestras y en nuestra propia lengua. Las palabras de Amor no tienen
sentido si no se cocinan en el interior de una boca a treinta y seis grados y
medio.
A
veces te hablo en voz alta, inventándote de nuevo en el horizonte hacia donde
miro cuando ya no me queda más espacio alrededor. Allí mi vida se
apaga a medida que los sueños no se cumplen. Siempre. Y me acabo muriendo
en las horas que no paso contigo, pero al recordar vuelvo a respirar...y a
vivir. Y
sigo respirando a través de tus palabras secretas que me esconden lugares donde
nunca estaremos, en el horizonte. Camino descalza entre estas historias de
mañana que me haces creer, y me encierro en la torre de la desesperanza.
Esperando. Espantando las miradas que no te pertenecen. Pesando el tiempo gramo
a gramo y pasando páginas pesadas y viejas. Páginas donde las lágrimas no caen
y donde mis años no me retan desde el espejo de una habitación vacía Y dentro
de mi cuerpo llueven dormidos los resquicios de tu calor. Y la complicidad
complicada se queda aturdida entre miradas desconocidas de gente, de nadie.
Aullidos susurrados que se aferran a mi piel y me tapan las entradas de
oxígeno, me queman y me ahogan. Rasgados, temblando de rabia y drogados del
insomnio que los consumen por dentro.
¿Qué hacen esos barcos en el horizonte? ¿Se perdieron?...aunque se me están
cerrando los ojos, sin querer de tanto intentar adivinar el punto donde se une
el destino con la línea de ese mar, no me siento con fuerzas para moverme de
este lago de melancolía. Y me quedo aquí, esperando que alguien venga a
rescatarme. Porque ya no hay fondos transparentes y no sé reír. Alguna vez, se
me escapa alguna media sonrisa que me salva y me duele a la vez. Ya todo es
blanco apático y no quiero sentir más. Los lápices de colores con los que pinto
mis miedos, también se han perdido en el horizonte izquierdo, cerca de
ti. Quisiera conjurar a la tristeza, cogerla con mis manos y echarla al vuelo,
pero no puedo…no hay fuerzas. Se acaba. El camino llega a su fin y me quedo
aquí tirada en medio del pasillo, entre tus fotografías y tus cartas, tus
palabras, tus heridas. Me rompo. Desagarro los últimos hilos de desconsuelo
empolvado que yacen a mí alrededor. Afligida y acongojada me siento en
cualquier banco del parque de tu vehemencia, apilando barquitos de papel en
charcos improvisados. Pesan las palabras que se arrepienten de haberte hablado.
Agoniza la noche sin estrellas que me dedico cuando miento tu presencia en mi
vida. Y no llega la calma. Me vuelvo pálida en este mundo sin color que respiro
de indiferencia. ¿Va también la indiferencia a perderse al horizonte? ¿O el
horizonte es el que se siente indiferente ante mis miradas? Hoy el perfume del
viento no huele a ti. Huele a indiferencia sarcástica, que se ríe de mí…qué
irónico.